Rachel tiene 3 hijas y aunque su vida parezca sacada de una serie B americana, a veces la vida nos da estas sorpresas. Cuando nació su tercera hija no podía imaginar que la podría portear con espina bífida.
Su primera hija, Laura la tuvo con 17 años. Y tuvo que tomar la difícil decisión de darla en adopción por sus circunstancias personales y su juventud. Cada año, como ella misma cuenta en su blog celebraba su cumpleaños, y fue la razón por la cual comenzó a escribir canciones.
Su segunda hija Leah nació en diciembre de 1996. Cuando Leah nació Rachel tenía muy claro que iba a portear a su hija, y así fue. Vivían en Utah y todo el mundo les miraba encantados mientras porteaban a su hijita en bandolera. Los beneficios que como madre encontraba eran que amamantaba en privado a pesar de estar en público, podía llevarla a cualquiera parte y podía mantenerla cerca de ella con las manos libres, todo le parecían ventajas a la nueva mamá el llevar a su bebita pegada a ella.
Rachel cuenta como poder llevar a su hija cerca les permitió una movilidad y una libertad increibles viajando a Bostón, Nueva York, o Los Ángeles. Se dieron cuenta de la diferencia que hubieran supuesto todos aquellos viajes con un carrito.

Cuando Leah tenía catorce meses descubrieron que su hijita era sorda. Rachel cuenta como durante el diagnóstico sintió todo tipo de cosas. Sin embargo un sentimiento fuerte de satisfacción fue también su aliado: el de haber viajado con su hija durante todo ese tiempo con la comodidad y la seguridad de tener los latidos de su corazón cerca de ella o de su padre. Incluso si Leah no podía oírlos, ella siempre estuvo lo suficientemente cerca como para sentir sus latidos. Estaban en contacto, y el contacto fue su lenguaje.
También se dieron cuenta de que el mundo visual de Leah había sido enormemente rico durante ese tiempo. A pesar de no tener audición Leah podía ver la sonrisas de sus padres cerca, sentir sus besos y tener la confianza de sentirse segura en sus brazos. La portearon hasta más allá de los 3 años de edad. Con el crecimiento de Leah, Rachel también creció y creó un programa de formación por el que hoy es mundialmente conocida : el Baby Sign americano, bebé signa.
Portear con espina bífida
Después llegó Lucy, que nació prematuramente a las 32 semanas de gestación con un bajo peso al nacer en el año 2000. Lucy nació con espina bífida, y además a la edad de nueve meses fue diagnosticada con una parálisis cerebral. Las perspectivas de que Lucy pudiera andar algún día eran muy muy escasas. Rachel ya sabía que podían posponer el uso de la silla de ruedas gracias a los portabebés, y la espina bífida no fue un inconveniente para realizar un buen porteo.
Sin embargo después de algún tiempo ellos quisieron llevar a su hija a más y mejores sitios. Y entonces Rachel se planteo lo que significaba para ella y Leah portear y quiso conocer sus posibilidades. Ella y su marido buscaron un entrenador personal, se sentían raros con un «entrenador personal» como si fueran «famosos». Sin embargo el entrenador personal hizo dos cosas grandísimas:
– Primero les enseñó a coger correctamente a su hija. Lucy ya tenía 9 años y cogerla y cargarla forma parte de muchos momentos de la vida diaria. Así que aprendieron a coger correctamente el peso de su hija para no hacerse daño.
– Segundo un buen entrenamiento para tonificar los músculos y poder llevar a Lucy a más lugares. Ambas cosas dieron lugar a los cámbios que vas a ver.
Este es la transformación, para que veas que tampoco es un imposible.
Su marido Aaron y ella decidieron que portearían a Leah mientras pudieran. Llevar a Lucy es una misión personal y siempre es un triunfo personal. Y lo que ocurrió después fue maravilloso. En lugar de mejorar unicamente las actividades de la vida diaria empezaron a realizar actividades junto a su hija realmente fuera de lo común.
Como Rachel dice, no son «famosos», son una familia activa que simplemente se negó a vivir dentro de las limitaciones impuestas por una silla de ruedas. Viajan, hacen camping, caminan, van a la playa. Muchos de los caminos recorridos no están pavimentados. Aaron y Rachel sabían que dejar a lucy en casa no era una opción y en lugar de pensar en la injusticia de entregarse a una vida en la que gran parte de la belleza natural del mundo no estarían disponibles para ellos por un inconveniente como la espina bífida decidieron poner medios diferentes.
Así que viajaron porteando a Lucy. La llevaban a cañones, o a través de los bosques de coníferas o en un casi cara a cara con los alces. Juntos han señalado flores silvestres y aprendido sus nombres, han ido de excursión a los lagos en el Parque Nacional Glacier. Lucy ha visto las ollas de barro y géiseres de Yellowston, y las caídas de agua también, y también han podido subir a montes nevados.
«Nunca imaginé que fuera a portear a un niño de diez años de edad y que ese niño me des las gracias por poder conocer la belleza de la naturaleza. La gente no dejar de mirar, no ha cambiado. Extraños y amigos les preguntan: «¿Hasta cuándo vas a seguir llevando a Lucy?«, Y yo no tengo una respuesta. Honestamente, no lo sé. Sólo sé que voy a llevarla todo el tiempo que pueda. « Rachel Coleman.
El día de la madre de 2010, su primera hija Laura al cumplir los 18 años contacto con ella y quiso formar parte de sus vidas…
Una mujer a quien admiro hace ya mucho tiempo: Rachel Coleman. Cuando conocí su historia quedé enganchada a ella y a toda su familia. <3


¿Y ahora, qué vas a responder cuando te pregunten por los límites del porteo?
Los límites nos los ponemos nosotros mismos.
Por último para que te sea útil en la práctica este post y si quieres saber que tipo de portabebés utilizan los Coleman, como verás utilizan una mochila de montaña. No es necesariamente un «buen portabebe», desconozco porque lo usan aunque intuyo que dado que Lucy va con las piernas más rectas puede ser una elección por este motivo. También usan una Ergo baby y un Baby Hawk que llaman el Lucy Hawk. Para estos dos portabebés ya sí, ergonómicos, existen actualmente alternativas más adaptadas al porteo de niños grandes tanto comerciales como artesanales y respetuosas de porteador y porteado.
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Lucy is now eleven years old and weighs fifty pounds. She is four feet, two inches tall and yes, we can still be seen wearing her. It’s not for the comfort or ease of it any more—quite the opposite. Carrying Lucy is a personal mission and always a personal triumph. We are an active family and I guess we just refused to live within the limitations imposed by a wheelchair. We travel. We camp. We hike. We go to the beach. Many of the places we go are out of the way, and the roads we travel are unpaved. Aaron and I knew that leaving Lucy at home wasn’t even an option that we would consider. Yet surrendering to a life where so much of the world’s natural beauty would be unavailable to us because an inconvenience like spina bifida wiped out our child’s ability to walk, seemed unfair to us all.
Aaron and I decided that we would become strong enough to carry Lucy. We would take her off-road, beyond the pavement where waterfalls and natural arches and hoodoos can be seen. We would be her legs. We take her up slot canyons, through coniferous forests and bring her almost face to face with moose. I have pointed out wildflowers and taught her their names as we‘ve hiked to lakes in Glacier National Park. She’s seen the mud pots and geysers of Yellowstone, and yes, she has seen the waterfalls too. In winter, when she was invited up the canyon for a snow day, I wore Lucy on my back as we tromped through snowdrifts that were thigh high!
Back in 1996 when I slipped little Leah into a sling and adjusted it so she was safely against me, I never imagined that I would be wearing my children for the next 15 years. I never imagined carrying a ten-year-old and having that child thank me for doing it as she takes in nature’s beauty. People still stop and stare, that hasn’t changed. Strangers and friends ask, “How long will you keep carrying her?” and I don’t have an answer. Honestly, I don’t know. I just know that I will carry her as long as I can.
Here are some photos of places we’ve carried Lucy. Each caption has the year, and since Lucy was born in the year 2000, the math needed to figure out her age is pretty easy.
– See more at: http://www.rachelcoleman.com/2011/08/10/baby-wearing-toddler-wearing-eleven-year-old-wearing/#sthash.N7vp43fM.dpuf
Lucy is now eleven years old and weighs fifty pounds. She is four feet, two inches tall and yes, we can still be seen wearing her. It’s not for the comfort or ease of it any more—quite the opposite. Carrying Lucy is a personal mission and always a personal triumph. We are an active family and I guess we just refused to live within the limitations imposed by a wheelchair. We travel. We camp. We hike. We go to the beach. Many of the places we go are out of the way, and the roads we travel are unpaved. Aaron and I knew that leaving Lucy at home wasn’t even an option that we would consider. Yet surrendering to a life where so much of the world’s natural beauty would be unavailable to us because an inconvenience like spina bifida wiped out our child’s ability to walk, seemed unfair to us all.
Aaron and I decided that we would become strong enough to carry Lucy. We would take her off-road, beyond the pavement where waterfalls and natural arches and hoodoos can be seen. We would be her legs. We take her up slot canyons, through coniferous forests and bring her almost face to face with moose. I have pointed out wildflowers and taught her their names as we‘ve hiked to lakes in Glacier National Park. She’s seen the mud pots and geysers of Yellowstone, and yes, she has seen the waterfalls too. In winter, when she was invited up the canyon for a snow day, I wore Lucy on my back as we tromped through snowdrifts that were thigh high!
Back in 1996 when I slipped little Leah into a sling and adjusted it so she was safely against me, I never imagined that I would be wearing my children for the next 15 years. I never imagined carrying a ten-year-old and having that child thank me for doing it as she takes in nature’s beauty. People still stop and stare, that hasn’t changed. Strangers and friends ask, “How long will you keep carrying her?” and I don’t have an answer. Honestly, I don’t know. I just know that I will carry her as long as I can.
Here are some photos of places we’ve carried Lucy. Each caption has the year, and since Lucy was born in the year 2000, the math needed to figure out her age is pretty easy.
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